¡No me ayude tanto compadre! Parte II

El lunes 6 de enero fue publicada mi columna con el título “¡No me ayude tanto compadre!” donde comentaba la entrada en vigencia de la ley 21.133 que establecía el incremento de la retención de los honorarios de un 10 por ciento en forma paulatina año tras año hasta llegar en 2028 a un 17%, que tiene el sano propósito de proveer de un ahorro obligatorio para tener recursos para financiar las cotizaciones previsionales de los trabajadores independientes a quienes se les obliga a realizar estos pagos que, de no cumplir con los parámetros anuales que la legislación previsional considera, se cubren con parte o la totalidad de la devolución de esas retenciones que superaron el Impuesto Global Complementario que se declara en cada operación renta.

Si bien es una idea interesante y una forma “ingeniosa” de procurar que estos trabajadores cumplan con el imperativo legal previsional de ahorrar forzosamente para incrementar su fondo de pensiones, no es menos cierto que este tipo de trabajadores tienen ingresos variables y tienen que juntar peso a peso para cubrir sus costos fijos y asumir una nueva obligación, amén del hecho de ver disminuidos sus ingresos de un 10% a un 17% en el mediano plazo, no resulta muy atractivo.

Es por lo que la semana siguiente, el lunes 13 de enero, fue publicada mi columna con el título “En un mal momento” porque me apreció que esta aplicación no parecía provechosa por la menor liquidez que producía, especialmente en esos días en que estábamos viviendo las externalidades negativas del Estallido Social en donde muchos trabajadores independientes estaban sufriendo una baja importante en sus ingresos.

Varios de los lectores de mis columnas me llamaron la atención por lo negativo de mis comentarios. Sin embargo, la situación ha empeorado pues esos días de contingencia nacional han cambiado por una contingencia mundial derivada del daño que nos ha provocado el COVID19 por las muertes y enfermos que debemos lamentar, como también la cuarentena que nos provoca trastornos a nuestras rutinas, además del efecto que está generando en el comercio y en la industria nacional. La situación es más complicada en estos días que en enero, ya que esta enfermedad nos afecta a todos directa o indirectamente.

En este nuevo escenario, y también con una buena intención, la autoridad ha aplicado un plan de ayuda a las personas y ha establecido, dentro de otras medidas, la “devolución anticipada de los impuestos” de la Operación Renta 2021, es decir, se ha establecido que la retención que se aplicó a los honorarios en los meses de enero y febrero del presente año (con la tasa incrementada del 10,75%) sean restituidas a los trabajadores independientes a quienes los beneficiarios de sus servicios hayan efectuado las retenciones en esos periodos. En otras palabras, se ha devuelto el pago obligatorio que el legislador ha establecido para generar una provisión de recursos para poder pagar los imperativos tributarios y previsionales.

O sea, la misma autoridad ha aceptado que la retención efectuada al ingreso de los trabajadores independientes es una rémora a la liquidez que es necesaria en estos tiempos de crisis, y la ha restituido para que puedan ser destinados a gastos primordiales que deben enfrentar en estos días de baja de ingresos. Lo malo de esto es que no tendrán la previsión y provisión de recursos para cumplir sus obligaciones futuras, lo que redundará en la aplicación del viejo adagio de “pan para hoy hambre para mañana”.

No es por ser negativo o mal agradecido por las políticas sociales y de ayuda que se están implementando, pero es indudable que éstas constituyen una paradoja, pues por un lado obligan a los contribuyentes a un ahorro forzado para poder tener fondos suficientes para financiar las pensiones en el futuro, lo que genera un esfuerzo hoy para un beneficio en el mañana; y por otro lado nos conceden un alivio en la liquidez, pero un problema en el abril del próximo año, lo que genera un beneficio para hoy, pero un esfuerzo en el mañana.

Creo que este último análisis no peca de pesimismo sino es resultado de la perplejidad que provocan las políticas fiscales y que no me queda más que decir: NO ME AYUDE TANTO, COMPADRE… otra vez.

Prof. Germán R.Pinto Perry
Director del Magíster en Planificación y Gestión Tributaria
Universidad de Santiago

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