Necesidad de una nueva discusión tributaria
Sin duda que la salud de las personas y cómo podemos sanar a los enfermos por el COVID 19 es la principal preocupación que tenemos que atender en estos tiempos, pero también es necesario que atengamos los problemas que afectan y afectarán transversalmente a toda la población, como es la caída de la economía que se está reflejando en la baja de 15% y 14% del IMACEC en los dos últimos meses, evidenciando que nuestro país tendrá una gran recesión no vivida desde los años ochenta.
Aumento de la desocupación, baja productividad de las empresas, falta de ingresos a las familias son solo algunos de los efectos que estamos comenzando a sufrir y que solo se podrán solucionar con el acuerdo de todos los sectores del país.
Lamentablemente, surgen malas soluciones como la moción de los diputados de izquierda de limitar los aranceles de las universidades, pensando que de esta forma podrán ayudar a los bolsillos de los padres que tienen que pagar la educación de sus hijos, queriendo “desvestir a un santo para vestir a otro”.
Pareciera que la solución fuera disponer de los ahorros de los fondos de pensión de los trabajadores, argumento que resulta muy atractivo para los enemigos de las AFP, pero que, desde muchos sectores técnicos e independientes como la OCDE, han señalado como una pésima solución, pues solo generará una falta de recursos para pagar las pensiones futuras, augurando altos niveles de pobreza entre los futuros pensionados, más de lo que ahora se está viviendo.
La solución inmediata que surge es la ayuda estatal a través de dádivas directas que se entreguen a las familias más necesidades como también a otras ayudas a la clase media que también está y seguirá sintiendo los efectos de esta debacle.
Doctrinariamente podemos señalar que el Estado puede financiar esas ayudas con los ingresos permanente como son los tributos y los ingresos de las empresas estatales. Adicionalmente a ellos, están ingresos esporádicos como el ahorro que nuestro país tiene gracias a la autoridad fiscal que ha demostrado en estos últimos 30 años. Otra fuente no permanente de ingresos es la deuda externa a la cual podemos acceder sin tantos problemas como los tienen otros países de nuestra región, gracias a que Chile ha tenido un comportamiento serio en el cumplimiento en sus obligaciones financieras internacionales.
Lamentablemente, estas fuentes de ingresos no tienen un futuro muy promisorio porque nuestros ahorros se están acabando, la única empresa estatal es Codelco y ya está sufriendo una baja de 1,4 millones de toneladas de cobre, la cual se repondrá en un plazo superior a 4 años luego que pase la pandemia mundial; la deuda externa es cara y peligrosa porque embargamos los ingresos futuros que de destinarían a pagar deuda y no a financiar las demandas de nuestros ciudadanos.
Solo nos queda echar mano a los tributos lo cual nos lleva a una vieja pregunta: ¿qué carga tributaria es la óptima para nuestro país?
No faltan los que señalan que la tasa de tributación de las empres es baja o es alta en relación con el promedio de las tasas de los países de la OCDE; que las personas ricas no pagan impuestos; que hay que eliminar beneficios tributarios (tengo mis dudas sin son muchos) y que hay que combatir la evasión y elusión tributaria.
Si bien esos criterios son importantes, es tiempo que, aprovechando este tiempo de cuarentena, se formen equipos y comisiones transversales que reúnan a técnicos y especialistas de distintos niveles (macro y microeconómicos) para discutir una estructura tributaria alejada de aprehensiones doctrinarias como la Reforma Tributaria 2014 (que luego se morigeró con la reforma que comenzó en 2016) y que responda al escenario actual en donde el país no podrá disminuir la cesantía que estamos viviendo sin el diálogo entre pymes y grandes empresas. A su vez, no podemos mirar con desprecio a los grandes empresarios, pues ellos pueden generar, en el corto plazo, un efecto potente en el bolsillo de las familias a través de la prestación de servicio y comercialización de sus productos, motivo por el cual, tenemos que incorporarlos en esta ecuación fundamental que será necesario aplicar para obtener los ingresos fiscales necesarios para dar ayuda a las ingentes necesidades que ahora son palmarias en la cuarentena que estamos viviendo.
Debemos idear un sistema tributario que tenga una dimensión de corto y de largo plazo. El corto plazo debe recauda rápidamente nuevos tributos que tengan una dimensión temporal y que luego dejen de ser aplicados cuando se puedan revertir el escenario negativo que estamos viviendo. Por otro lado, debe tener una dimensión de largo plazo que genere una recaudación constante y permanente, pero que no interfiera con las decisiones de inversión de los empresarios, y que los estimule a la inversión.
Suena fácil, pero es difícil. Pero como todas las cosas difíciles, requiere del concurso de muchos actores y considero que ahora es el momento para comenzar una discusión que esté alejada de los apetitos políticos de algunos sectores. Además, debe estar empapada de argumentos técnicos y realistas que nos permitan alcanzar el equilibro en los recursos y en las transferencias que se deban realizar.
Prof. Germán R.Pinto Perry
Director del Magíster en Planificación y Gestión Tributaria
Universidad de Santiago