Tiempos difíciles, medidas difíciles

La dimensión de los problemas demanda soluciones de iguales magnitudes, pues no se aplica en la vida real lo que otrora pregonaba nuestro expresidente don Ramón Barros Luco que decía: “No hay sino dos clases de problemas: los que se resuelven solos y los que no tienen solución”.

Si bien don Ramón no fue un mal presidente, su famosa frase no sería oportuna en estos días de pandemia donde estamos presos en una situación sin precedentes que nos ha llevado a un cambio radical de todas nuestras costumbres y actuaciones cotidianas, generando efectos y conflictos hasta en nuestra salud, poniendo en riesgo nuestras propias vidas. Es en este dantesco panorama que ha surgido un grupo transversal de economistas que han preparado un Plan de Emergencia que el Ministro de Hacienda socializó con senadores de Oposición y se logró un acuerdo.

Ahora bien, el acuerdo político realizado derivó en la discusión de pesos más pesos o menos que debía tener el Ingreso Familiar de Emergencia que inicialmente el Ministro de Haciendo había cuantificado en $ 75 mil, para luego subirlo a $ 90 mil, cifra menor que los senadores de izquierda habían fijado en $ 114 mil. Al final, y gracias a ingentes negociaciones, se acordó en $ 100 mil. O sea, Salomón también tuvo una favorable aplicación para el logro del acuerdo.

Independientemente de las negociaciones, ha surgido un plan que tendrá un costo de 12 mil millones de dólares, es decir 12 puentes del Chacao aproximadamente, que será financiado con bonos soberanos y con mayor endeudamiento público que será menester incurrir para estos apremiantes momentos.

Junto con lo anterior, la variable tributaria también está presente, pues se plantea que, como una manera de generar la reactivación, se apoyará a las pymes a través de otorgar una rebaja de un 50% de la tasa que afecta a estos contribuyentes (25%) por los años 2020, 2021 y 2022; depreciación instantánea que permite llevar a resultados el total del valor del activo fijo adquirido en cada periodo y la suspensión de la cancelación de los pagos provisionales mensuales o PPM.

Es importante entender que los tributos son la herramienta por antonomasia de la política fiscal del país y deben estar presente cada vez que se quiera ejercer alguna influencia que redunde en cambios en los índices económicos que derivan en un mayor bienestar en la población. Pero no hay que suponer que sus efectos son tan potentes como se desearía, pues existe una traslación de los efectos que puede resultar negativa.

Por otro lado, si se quiere estimular la actividad económica a través de las bajas en las tasas, aumento de los gastos por depreciación y postergación de una obligación que es draconiana y que poco ayuda en la práctica al contribuyente como es el pago de los PPM, debemos reflexionar si realmente el sector de las pymes está en buena posición para poder hacer frente a estas obligaciones tanto en periodos de crisis como en periodos de normalidad.

Si bien la tasa de las pymes es más baja que las tasas de las grandes empresas, un 25% en comparación con el 27%, debemos reflexionar si realmente dos puntos porcentuales hacen la diferencia adecuada para generar la protección y estímulo a este sector para que sea el verdadero aporte y empuje para la economía que teóricamente representa. De esta forma, creo que sería oportuno aprovechar esta coyuntura para evaluar si realmente la tasa del 25% es un factor adecuado para que las pymes puedan desempeñar el papel que se espera de ellas, o si es oportuno considerar una tasa menor para un grupo más pequeño de pymes, pues no olvidemos que hace tan solo cinco años a tras la tasa del Impuesto a la Renta de Primera Categoría era de un 22,5% para todas las empresas y hace diez años la tasa era de un 17%.

Además de lo anterior, tengo mis dudas si el poder depreciar la totalidad del bien adquirido en el primer año, sea un verdadero impulso para un sector de la economía que no es fuerte en la inversión en bienes de capital, máxime si están con una situación financiera paupérrima desde el Estallido Social que les hace difícil el pensar en comprar activo fijo que puedan descontar en su totalidad de impuestos.

También tengo mis serias dudas si la postergación del pago de los PPM resulte un impulso reactivador o más bien sea la eliminación de un problema que tienen que enfrentar todos los meses estos emprendedores al tener que pagar, o más bien ahorrar obligatoriamente, cada vez que generan un ingreso bruto.

Creo que, a parte de pensar en la solución a las grandes problemáticas que estamos viviendo, debemos evaluar si la carga tributaria de las pymes es la adecuada para que realmente puedan desempeñar el papel de captación de mano de obra que todos los estudios les atribuyen, y también ser el motor para el avance y ascenso de sectores menos pudientes de la sociedad, a estadios más acomodados, gracias a la rentabilidad de sus emprendimientos.

Grandes son los problemas y grandes tienen que ser las soluciones y considero que el Plan de Emergencia tiene una génesis técnica que la hace lucir, pero que puede ser empañada en la discusión que se realizará en el Congreso, donde algunos émulos de Barros Luco puedan postergar mañosamente la discusión, solo para lograr algún beneficio electoral o simplemente para validarse ante los sectores descontentos con la sociedad y con el mundo entero. Total, para algunos aún es dable pensar que los problemas se solucionan solos y no hay que calentarse la cabeza con tanto plan sesudo.

Prof. Germán R.Pinto Perry
Director del Magíster en Planificación y Gestión Tributaria
Universidad de Santiago

Fuente: